martes, 16 de diciembre de 2014

¿Cuál es tu estilo?

A cuántos de nosotros nos ha pasado lo siguiente en alguna ocasión:
*Mujeres: ¿Te gusta este vestido/blusa? Si, está muy bonito. Pero, no sé, la verdad no me lo pondría. --¿Pero dijiste que estaba bonito? Si, y lo está, pero simplemente no me lo pondría.
*Hombres: Si, sí; los “happy socks” (calcetines de colores, bolitas o rayas extravagantes) se ven bien, pero jamás me los veras puestos. O – El reloj, pantalón, zapatos o camisa están bien, pero tienen algo que no me convencen.
Si te ha pasado esto más de una vez, debes saber que esa blusa, ese vestido, ese pantalón, reloj o “happy socks” no son de tu ESTILO.
Entendemos como estilo al conjunto de rasgos peculiares que caracterizan una cosa, una persona, un grupo o un modo de actuación, y aunque es cierto que todos somos personas totalmente diferentes compartimos uno de los siete estilos existentes, que si los unimos a la personalidad y al contexto histórico de cada uno, nos hace únicos. Cada una de las personas va definiendo su estilo poco a poco, pues como dijimos va muy de la mano con su personalidad y su contexto histórico. Y cada uno de los estilos se diferencian por el nivel de producción que cada uno de nosotros le imprimimos a nuestro estilo, de ahí la frase: “¿Qué tan producido estas?”
Como decíamos, existen siete diferentes estilos: natural, romántico, dramático, elegante, tradicional, seductor y creativo. Una sola persona puede llegar a tener dos o tres estilos, siempre habrá uno que sea su predominante correspondiendo estrictamente a la vestimenta de cada uno y la forma de combinar accesorios; estos diferentes estilos no tienen nada que ver con la forma de comportarse ante diversas situaciones. Pero cuidado, la producción excesiva de estos estilos haría caer en riesgo a cada persona como hacerlos lucir: faochosos, cursis, agresivos, ostentoso, anticuados, vulgares o ridículos.
Del mismo modo, cabe destacar que ningún estilo es mejor que otro, todos son correctos de acuerdo a la producción que cada persona le dé en cada situación de la vida. Es por esto, que al conocer nuestro estilo podemos ser más congruentes con nuestra forma de vestir y actuar, para que la gente pueda percibir a una persona autentica y sin poses, que le saca provecho a sus características personales en las distintas situaciones que se le presentan
Todo estilo, cuando llega a su implementación ideal, de acuerdo a la persona que lo porta, tiene grandes fortalezas en la comunicación no verbal de la imagen personal; pues el estilo debe ser una de las principales herramientas para que todo hombre y mujer se exprese correctamente. Sin embargo muchas de las personas caen en el error, al momento de estar desarrollando su estilo personal, de pensar que ese estilo no le va a gustar a otras personas, y si bien, en el juego de la imagen la opinión de los demás es importante, imagínate la opinión que tendrán si por un “melatismo” (me late esto, me late lo otro) en lugar de un “debe ser” caes en el riesgo de tu estilo o utilizas un estilo erróneo al tuyo.

Debemos producirnos correctamente en cada situación para así lograr ser congruentes con los mensajes que nuestra vestimenta envía, pues Coco Chanel: “La moda pasa, el estilo es para siempre”

miércoles, 3 de diciembre de 2014

¿Qué dicen tus modales de ti?

En esta era del internet, las mejoras tecnológicas y los increíbles logros humanos, la palabra etiqueta, modales o protocolo nos suenan antiguas y hasta pasadas de moda; incluso las llegamos a asociar a reglas tontas hechas sólo para gente estirada que pretende ser lo que no es. Sin embargo, no me dejaran mentir, que bien nos sentimos cuando alguien nos detiene la puerta para pasar, cuando recibimos las gracias o hasta cuando una persona nos devuelve la llamada o nos cede el paso en la calle. Estos ejemplos cotidianos, son lo que algunos asocian con la frivolidad, estos ejemplos hablar del protocolo, la etiqueta y los tan valiosos modales.
            Aunque suene aburrido y algo de antaño, ser educado y saber comportarse, dependiendo de las circunstancias en las que nos encontremos, siempre hablará bien de nosotros y transmitirá una imagen positiva de nuestra persona. Los buenos modales, son el toque distintivo de la personalidad de cada uno, con ellos irradiarás elegancia, naturalidad, sencillez y mostraras tu buena educación. En un principio, puede que no parezcan de suma importancia, sin embargo los bueno modales son necesarios para vivir en sociedad y por ello, hay que procurar que se conviertan en habito, que no requieran esfuerzos ni reflexión, que queden absolutamente integrados en la personalidad de cada uno. Tener buenos modales, o comportarse de un modo aceptable y respetuoso, demuestra cuidado y consideración por los demás y puede ayudarte a tener mejores relaciones con la gente que conoces o con aquellos a los que vas a conocer.
            Lo cierto es que la buena educación es lo mismo ahora que hace un siglo y primordial en las relaciones humanas; sin embargo en una sociedad en constate transformación no se pueden establecer normas fijas de etiqueta que de ninguna manera podrían ser universales, ya que los buenos modales dependen en gran parte de las costumbres, de los hábitos y ambientes; pero que sea difícil regular un código común para todos los grupos y ámbitos sociales no quiere decir que haya que renunciar a las buenas maneras y seguir un acuerdo generalizado imprescindible.  Entre estos acuerdos encontramos un sinfín de reglas que  van desde el comportamiento en la mesa o en eventos formales hasta en el correcto uso del transporte público y cada uno de estas nos ayudan como personas a mejorar y mantener nuestra imagen y reputación. Sin embargo entre las básicas podemos encontrar:
            * Saber saludar y despedir: un gesto de cortesía que se debe hacer a todo el mundo, este puede variar en función de la relación y cercanía que se tenga con la o el grupo de personas.
            * Saber presentar: ya sea en cuestión social o laboral es preciso hacer presentaciones de personas, esto hablará bien de ti como anfitrión entre dos personas que no se conocen.
            * Saber hablar y escuchar: las conversaciones son un eje importante en las relaciones sociales y laborales; y por lo mismo estar atengo a lo que dicen los demás hablará muy bien de ti.
            * Saber vestir adecuadamente: el vestuario es la mejor tarjeta de presentación de una persona. Cambiar una mala impresión es bastante difícil, por lo tanto hay que saber vestir de forma correcta en función al cómo, cuándo y dónde.
            * Ser puntual: la puntualidad dicen “ es la cortesía de los reyes”. Ser impuntual significa hacer esperar a otras personas, hacerlas perder un tiempo que no deberían malgastar; la puntualidad es el reflejo del interés.
            * Ser respetuoso, cordial y amable: Las personas tienen sus ideas, creencias y formas de ver las cosas y todo es respetable, tratar a la gente bien no tiene ningún costo, al contrario traerá a tu persona grandes bonificaciones. Una frase mal dicha, un gesto grosero, un tono de voz inadecuado son formas no favorecerán en nada a tu imagen.

            Aunque el tema del protocolo, la etiqueta y los buenos modales parece caído en el olvido; cabe mencionar una frase de Confucio “La naturaleza de los hombres siempre es la misma; lo que les diferencia son sus hábitos” y por ello, no tirar un papel al suelo, hablar de forma correcta, dar los buenos días o respetar el mobiliario es una forma de vida, por favor y gracias son palabras mágicas que nos abrirán miles de puertas, y actuaciones como estas deben inculcarse a todo el mundo, convertirse en habito, para así no solo mejorar nuestra imagen sino también ir creando una reputación que al vernos no duden en decir “¡Que buenos modales tiene esa persona!”

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Hablar en público: El miedo de todos

Según la investigación realizada por “The people´s Almanack Book of List, el mayor miedo de las personas es hablar en público. Si vemos al miedo, como una defensa natural que nos ayuda a protegernos como seres vivos, suena extraño que hablar en público sea uno de ellos. Sin embargo el miedo en esas condiciones se activa por dos razones: la primera porque nos enfrentamos a algo nuevo, y la segunda porque en ese momento estamos ante los ojos de todos; nuestra credibilidad está en juego, ya que estamos siendo evaluados y juzgados por la audiencia.
            Está bien ponerse nervioso antes de iniciar un discurso, a fin de cuentas nuestra imagen está en juego; sin embargo lo que no está bien es dejar que la audiencia se dé cuenta de esto.   Una buena manera para relajarte y hacer que se desvanezcan los nervios es respirar de forma profunda, esto hará que tu cerebro se oxigene, despejará tus ideas y te permitirá pensar mejor. Así mismo, debes estar consiente que cada vez que hablas en público existirá un tema central, entonces si sientes pasión o agrado por este, te enfocaras en que la audiencia comprenda tu mensaje y ni siquiera pensaras que estás hablando en público.

            Una vez que tengas dominados los nervios, es importante enfocarse en lo típicos errores que cometemos:
1)  El tema o mensaje: Para impactar en la audiencia es indispensable mostrar conocimiento, dominio y pasión por el tema. Así mismo, debemos saber que el inicio de cualquier mensaje, discurso o presentación es crucial, pues el pecado de todo orador es ser aburrido. Es mejor utilizar técnicas como experiencias, estadísticas, analogías o ejemplos, siempre y cuando no abuses de estas en una sola presentación. Utiliza una de ellas, la que mejor convenga al tema y de ser posible, ensaya, ensaya y ensaya; ya que confiar en la improvisación no es la mejor receta para cuidar tu imagen.
2)  Inicio: uno de las cosas que más falla a los presentadores es saber cómo iniciar un mensaje o discurso. Están más preocupados porque no se equivoquen que en pensar en quienes lo están escuchando. Cada público es diferente; puedes hablar con jóvenes, adultos, autoridades o niños, y aunque el discurso sea el mismo, no les hablaras igual. Lo recomendable es iniciar con un saludo, presentación y una breve introducción semiformal, y  posteriormente acoplarse a la formalidad de la audiencia.
3)  Contacto visual: Cuando estamos en un discurso o presentación, tendemos a mirar fijamente un punto en el lugar o bien, a aquella persona que verdaderamente nos está poniendo atención (o finge ponernos atención). Sin embargo, es indispensable incluir con la mirada a todos.
4)  Muletillas y/o frases repetidas: Cuando hablamos en público debemos recordar que “menos es más”, incluir esas frases o palabras no aportaran nada bueno a nuestro mensaje, tampoco lo hace repetir más de tres veces la misma idea, por lo tanto evítalas por completo. Te hará lucir profesional, seguro, convincente y con un gran dominio del tema.
5)  Forma de hablar: Si tu dicción no es correcta, el impacto de tu mensaje se perderá, esto también pasará si hablas en un tono bajo o demasiado fuerte. Jugar con los tonos y volúmenes ayuda a dar énfasis a tus ideas, pues una voz monótona es un como un somnífero; no se perciben emociones ni convicciones. Recuerda que el público pierde la atención en el tema cada 7 minutos, el tono y volumen de tu voz debe ser lo suficientemente enérgico para captar la atención incluso de los que están menos interesados en escucharte.
6)  Velocidad: ¿has notado que cuando estamos nerviosos y nos sentimos inseguros por alguna razón, tendemos a hablar más rápido? Una persona confiada hace pausas y no necesariamente para impresionar se requiere de una pausa larga, a veces no más de medio segundo es excelente. Un segundo de silencio estratégico, es muy sutil para destacar puntos importantes, ya que así no solo captamos la atención de quienes nos escuchan, sino que también tenemos la oportunidad de reflexionar antes de seguir. 


Como dijimos en un principio, cada vez que hablamos en público, nuestra imagen y reputación están en juego pues resultados de la investigación realizada por la Universidad de Massachusetts, cada persona es juzgada por la forma en la que habla ante los demás, por lo tanto cuidemos el tono de voz, hablemos con inflexión, pero sobre todo, hablemos con convicción y contenido. 

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Mejora tu comunicación

            ¿Cómo no deseamos tener problemas de comunicación si, según los expertos en lingüística, Cervantes usaba un promedio de 10,000 palabras, mientras que un joven, al día de hoy, sólo usa un promedio de 200? Como ya hemos hablado, la imagen está compuesta por diversas raíces y una de ellas, se refiere a la comunicación verbal.
            Cada uno de nosotros piensa, habla y actúa según su propia percepción de la realidad y, como dueños de nuestra realidad, todos tenemos distintas percepciones; con esta situación y, anudado a la falta de vocabulario, se produce la mayor parte de las dificultades en la comunicación; en pocas palabras, esto es como si dos personas intentaran describir un auto: uno viéndolo desde arriba y el otro desde abajo, uno con más vocabulario que el otro.
Las palabras son capaces de distorsionar vidas; pueden transformar nuestras emociones y por lo tanto nuestras acciones, nos pueden hacer reír o llorar, pueden herirnos o consolarnos. Por lo tanto, al hablar todos debemos demostrar que creemos en lo que decimos; ya que tratar de entender las cosas desde una perspectiva diferente de la propia es un ejercicio difícil, pero si sabemos cómo hacerlo, la comunicación se facilita extraordinariamente, pues es más sencillo comprender las cosas si las decimos y recibimos de modo adecuado y por el canal adecuado.
Casi nunca expresamos lo que en realidad queremos decir porque nos faltan palabras para describirlo, y esto afecta rotundamente nuestra imagen, pues la reducción del lenguaje limita de sobre manera nuestro aspecto personal. Cambiar o enriquecer nuestras palabras crea un nuevo patrón en nuestro sistema neurolingüístico, transforma nuestra forma de ver, de sentir y de experimentar la realidad. Las palabras que escogemos para comunicarnos afectan también la forma en que nos sentimos y nos hacemos ver hacia los demás y la mejor forma para enriquecer nuestro vocabulario es leyendo, pues nos hace capaces de descubrir territorios y nos posibilita llegar al gran poder de las palabras.
A modo de recomendación, existen palabras que debemos evitar o cambiar por algunas frases similares, sobre todo si queremos convencer a alguien de hacer algo o que cambie su actitud. Algunos ejemplos son:

*  ¿Me entiendes?: Hace notar que consideras que la persona a la que te refieres no tiene la capacidad de comprender lo que dices. Cámbiala por un: ¿Me explico?
*  ”Estas mal”: Esta frase es una excelente invitación a que el otro se defienda y por lo general, nunca se llega a nada bueno. En cambio, podemos hacer una sugerencia: “¿No sería mejor si…?”
*  “No estoy de acuerdo”: Es normal no coincidir con alguien, eso no lo podemos evitar; no obstante, hay que saber expresarlo de más sutilmente y de manera más inteligente como por ejemplo: “Entiendo tu punto de vista, sin embargo puede haber otra manera de…”
*  “No te creo”: En el mundo en el que vivimos, decirle esto a alguien es automáticamente declararle la guerra, ya que es una agresión directa a su credibilidad. Es mejor decir: “Tengo la idea de que las cosas son diferentes…”
*  “Deberías…” “Hubieras…”: A nadie le gusta que le indiquen qué tiene que hacer, es mejor sugerir que ordenar. Cambia estas palabras por frases como: “¿No sería bueno que…?” o “¿Cómo vez si…?”
*  ”Pero”: esta palabra poner a todos en un estado de alerta inmediato, es negativa y además contradice lo que afirmamos. Mejor, trata de sustituirla por: “Sin embargo…” “Quizá podría…” o “Además habría que…”


Tu lenguaje expresa lo que eres y es imposible no reflejar tu cultura al hablar; así que como parte del cuidado cotidiano de tu imagen, cuida tu forma de expresarte esto te traerá coherencia a tu forma de percibir y de ser percibido pues la imagen es un universo de orden en tu espacio y tu persona.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

El porte y la clase en tu Imagen

            Cuántas veces hemos escuchado o dicho nosotros mismos: “Que bien se ve esa persona, no sé exactamente que tiene, pero sé muy bien” y al hablar con ella, quedamos más que encantados y, a la vez, confundidos, por no saber exactamente qué es lo que hace tan atractiva a esa persona. Cuando esto nos sucede, la mayoría de las veces se trata del porte y la clase.
Pero, ¿Qué es cada uno? Y ¿Por qué juntos nos hacen lucir atractivos? Primero, es importante aclarar que no se trata de algo elitista, tampoco de la condición económica, el apellido o la posición social; no se trata de marcas, ni cosas ostentosas. Ambas son formas de vivir, en las que intervienen la forma de verse a uno mismo, la integridad, inteligencia, discreción, prudencia y educación; en pocas palabras es el resultado de la riqueza que llevamos al interior y que inevitablemente se proyecta al exterior.
Hablemos primero sobre el porte ¿Te ha sucedido que al ver un grupo de ejecutivos salir de un elevador, inmediatamente reconoces quien es el importante? Es imposible no notar el porte que tiene una persona; y el primero y mejor consejo que se puede dar para triunfar en este aspecto, es pararse y caminar derecho. Si, en este momento todos recordamos la típica frase de mamá cuando éramos pequeños: “¡Párate derecho!” pero esto no solo es cuestión de postura, la forma de pararnos y caminar también comunica; es la expresión personal de cómo nos vemos a nosotros mismos, de que tan importantes nos sentimos. La palabra “importante” viene de in, dentro y portar, llevar. En pocas palabras portar lo que llevamos dentro. Pero, ¿Cómo lograrlo? Primero, sentirte bien contigo mismo, querer generar una percepción favorable ante tu imagen; después alargar el talle, caminar con la cabeza en alto y dar los pasos con toda la pierna, desde la cadera. Trabaja en que cuando te vena digan “¡Esa persona es importante!”
En cuanto a la clase, en los pequeños detalles de la vida, esta se manifiesta. Imagina que ves a una persona que se suena la nariz con un pañuelo ya usado, que le grita o le habla de mal modo a la gente del servicio, que no agradece, que habla fuerte para llamar la atención, que a cada persona que se le acerca le dice “mi reina, qüerita, gordis, chula, compa”, que se expresa todo el tiempo con groserías, o tal vez, a un señor de casi 50 años vistiendo como si tuviera 18, ¿considerarías que tienen algo de clase? La clase, es una misteriosa cualidad que no es muy fácil de definir, ya que no se conforma de una sola cosa, sino que es la reunión de varios factores como son lo que dice una persona, la forma en la que lo dice, su imagen y su comportamiento.

            Ahora, ¿Por qué estas dos cualidades juntas nos hacen lucir muy atractivos hacia los demás? Ya hemos hablado mucho acerca de la coherencia en nuestra imagen, no hay fondo sin forma y, definitivamente, no habrá forma sin fondo. Todos somos un paquete, en donde el porte beneficia a la envoltura y la clase al fondo logrando juntas dar una percepción aceptable para toda nuestra audiencia. 

miércoles, 5 de noviembre de 2014

¿Te sabes vender?

           Sí, lo sé, no somos productos pero todo aquello que ofrecemos sí lo es, por ejemplo, el niño que quiere convencer a su mamá de que lo deje jugar una hora más con sus amigos, está vendiendo una idea o la novia que quiere convencer a su novio de ver una película en lugar del futbol, vende una opción.
Sin lugar a duda, a todos nos gusta convencer y, convencer, no es otra cosa que vender; primero a nosotros mismos y por consecuencia, a nuestra idea o producto; y si no lo hacemos correctamente, pocas veces lograremos aquello que queremos.
            Pero ¿Qué se debe tomar en cuenta para saber vendernos correctamente? Primero que nada la Actitud, antes de salir de tu casa mírate al espejo y afírmate ¡Hoy me van a comprar! La actitud se refleja en la forma de tratarte a ti mismo y a los demás, así que no sólo es fundamental presentarse como el mejor y más atractivo paquete, sino que también es indispensable que tú mismo te lo creas.
Una vez que tengas una excelente actitud en cuanto a ti mismo y de los demás, cuida tu imagen. Recuerda que podemos llegar a perder una venta sólo por el empaque, ya que si nuestra imagen dice algo diferente a lo que somos y queremos lograr, posiblemente no se acerquen aquellos a los que queremos convencer.
Y finalmente la congruencia; no se trata de ir por la calle diciéndoles a todos lo grande que eres y lo maravilloso que es tu producto o servicio, también es importante mostrarlo. Imagina que existe un vendedor que dice y cree firmemente que el tipo de celular que él vende es el mejor; sin embargo, justo en frente de ti contesta una llamada con un celular de otra marca, no es que esté mal, pero en ese momento habrá roto su credibilidad y te aseguro que ya no confiaras tanto en lo que te diga sobre el producto que vende.

            Gracias a la actitud, al cuidado de la imagen y a la congruencia, una persona es capaz de estudiar los puntos fuertes y débiles que posee para saber explorar los primeros y corregir los segundo; para así, crear una empatía con su cliente y posteriormente lograr convencer, pues no hay nada que atraiga más al éxito que la misma imagen del éxito. Por lo tanto, actuemos, vistámonos y pensemos como triunfadores.