¿Cómo no deseamos tener problemas de
comunicación si, según los expertos en lingüística, Cervantes usaba un promedio
de 10,000 palabras, mientras que un joven, al día de hoy, sólo usa un promedio
de 200? Como ya hemos hablado, la imagen está compuesta por diversas raíces y
una de ellas, se refiere a la comunicación verbal.
Cada uno de nosotros piensa, habla y
actúa según su propia percepción de la realidad y, como dueños de nuestra
realidad, todos tenemos distintas percepciones; con esta situación y, anudado a
la falta de vocabulario, se produce la mayor parte de las dificultades en la
comunicación; en pocas palabras, esto es como si dos personas intentaran
describir un auto: uno viéndolo desde arriba y el otro desde abajo, uno con más
vocabulario que el otro.
Las palabras son capaces de distorsionar vidas; pueden transformar
nuestras emociones y por lo tanto nuestras acciones, nos pueden hacer reír o
llorar, pueden herirnos o consolarnos. Por lo tanto, al hablar todos debemos
demostrar que creemos en lo que decimos; ya que tratar de entender las cosas
desde una perspectiva diferente de la propia es un ejercicio difícil, pero si
sabemos cómo hacerlo, la comunicación se facilita extraordinariamente, pues es
más sencillo comprender las cosas si las decimos y recibimos de modo adecuado y
por el canal adecuado.
Casi nunca expresamos lo que en realidad queremos decir porque nos
faltan palabras para describirlo, y esto afecta rotundamente nuestra imagen,
pues la reducción del lenguaje limita de sobre manera nuestro aspecto personal.
Cambiar o enriquecer nuestras palabras crea un nuevo patrón en nuestro sistema neurolingüístico,
transforma nuestra forma de ver, de sentir y de experimentar la realidad. Las
palabras que escogemos para comunicarnos afectan también la forma en que nos
sentimos y nos hacemos ver hacia los demás y la mejor forma para enriquecer
nuestro vocabulario es leyendo, pues nos hace capaces de descubrir territorios
y nos posibilita llegar al gran poder de las palabras.
A modo de recomendación, existen palabras que debemos evitar o
cambiar por algunas frases similares, sobre todo si queremos convencer a
alguien de hacer algo o que cambie su actitud. Algunos ejemplos son:
* ¿Me entiendes?: Hace notar que consideras que la
persona a la que te refieres no tiene la capacidad de comprender lo que dices.
Cámbiala por un: ¿Me explico?
*
”Estas mal”:
Esta frase es una excelente invitación a que el otro se defienda y por lo
general, nunca se llega a nada bueno. En cambio, podemos hacer una sugerencia: “¿No sería mejor si…?”
* “No estoy de acuerdo”: Es
normal no coincidir con alguien, eso no lo podemos evitar; no obstante, hay que
saber expresarlo de más sutilmente y de manera más inteligente como por
ejemplo: “Entiendo tu punto de vista,
sin embargo puede haber otra manera de…”
* “No te creo”: En
el mundo en el que vivimos, decirle esto a alguien es automáticamente declararle
la guerra, ya que es una agresión directa a su credibilidad. Es mejor decir: “Tengo la idea de que las cosas son
diferentes…”
*
“Deberías…” “Hubieras…”: A
nadie le gusta que le indiquen qué tiene que hacer, es mejor sugerir que
ordenar. Cambia estas palabras por frases como: “¿No sería bueno que…?” o “¿Cómo
vez si…?”
* ”Pero”: esta palabra
poner a todos en un estado de alerta inmediato, es negativa y además contradice
lo que afirmamos. Mejor, trata de sustituirla por: “Sin embargo…” “Quizá podría…” o “Además habría que…”
Tu lenguaje expresa lo que eres y es imposible no reflejar tu
cultura al hablar; así que como parte del cuidado cotidiano de tu imagen, cuida
tu forma de expresarte esto te traerá coherencia a tu forma de percibir y de
ser percibido pues la imagen es un universo de orden en tu espacio y tu
persona.
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